Tras el ataque terrorista en San Bernardino, California, el presentador de Univisión Jorge Ramos ha publicado una columna de opinión en la que clama por la derogación del derecho individual de portar armas.
Aquí el punto medular de la columna, publicada en Reforma:
"Tenemos un patrón de tiroteos masivos en este país que no tiene paralelo en el mundo", dijo el presidente Barack Obama en una entrevista. "Debemos unirnos de manera bipartidista, a todos los niveles, para que estos tiroteos sean algo raro y no la norma".
Pero eso no va a pasar. Ningún candidato presidencial -ninguno- se atreve siquiera a proponer la prohibición de armas de fuego. Y hasta las ideas más razonables -como impedir la venta de armas a gente en la lista negra para vuelos comerciales- son rechazadas en el Congreso. Conclusión: hay que sentarnos a esperar la siguiente masacre.
No es la primera vez que Ramos aboga abiertamente por la derogación de la Segunda Enmienda –algo que no pasará- así que esto no es nada nuevo. Sin embargo, no deja de sorprender la facilidad con la que Ramos pretende echar a un lado el debido proceso de ley al cual tenemos derecho bajo la Constitución de los Estados Unidos. En ese sentido, su hipocresía queda expuesta a plena luz del día.
La propuesta de prohibirles la posesión y porte de armas de fuego a personas en la “lista negra para vuelos comerciales” (conocida en inglés como la “no-fly list”) es una reacción emocional que sin duda tendrá su acogida en algunos rincones. Pero la idea de negarle a un individuo su derecho fundamental por el mero hecho de que su nombre haya sido colocado en una lista de sospecha sin el debido proceso de ley que garantiza la 5ta. Enmienda de la Constitución es repugnante y contraria a los principios estadounidenses. Si Ramos no está de acuerdo, entonces que se tome un minuto para imaginarse lo que sería que se le restringe el libre ejercicio de su libertad de expresión amparada en la Primera Enmienda, sujeto a su inclusión en una lista de sospecha y sin el debido proceso de ley.
Esto también obliga a uno a preguntarse: ¿Cuáles de sus otros derechos está Ramos dispuesto a canjear a cambio de que se derogue la Segunda Enmienda? Nuestra Carta de Derechos es un manto de una sola pieza que hay que defender y atesorar tal cual es, y no un menú del cual uno desecha las partes que no nos gustan.
Comprendo el impulso de los progresistas (y de sus aliados en la prensa) a clamar por el control de armas tras un ataque terrorista; después de todo, estas son las mismas personas que creen que el jihadismo radical se debe al cambio climático y a la falta de empleo. Supongo que es mejor creerse eso que soportar el desmoronamiento de sus ideologías.
En lugar de abogar por mayor intervención del gobierno contra nuestros derechos fundamentales, Ramos pudiera haber denunciado a la Secretaria de Justicia Loretta Lynch, quien se comprometió a enjuiciar expresiones que pudieran ser percibidas como antimusulmanas.
Pienso que esto es lo menos que podría hacer alguien que ha cultivado una imagen de defensor de la libre expresión y de luchador contra los abusos de poder.
Lo más triste es que Ramos llegó al amparo de este país debido a la censura que vivió en su país natal. Su público, tanto en Univisión como en otros medios, merece mucho mejor que el cinismo, oportunismo e hipocresía que ha visto hasta ahora.