Había sido convocada para un nuevo proyecto en un medio de comunicación. Univisión radio tenía una nueva programación entre manos y yo estaba en sus planes. La bienvenida fue muy cordial pero también muy claros sus ejecutivos; teníamos que propiciar, con nuestras intervenciones, que la gente hispana saliese a votar. Era marzo de 2016 y las elecciones presidenciales se acercaban. Mi estadía en esta estación no duró mucho, más bien, hasta que descubrí sus verdaderas intenciones.
No había margen de equivocación, la misión era que Hillary Clinton se sintiese respaldada por este medio. El diablo era Donald Trump y nuestra solución, ante ello, era la candidata demócrata. Fui cuestionada, en un par de ocasiones, por dar cabida a otras ideas en contra de Hillary. Igualmente, fueron censurados oyentes que tenían otra opinión de la candidata o su presentador estrella Jorge Ramos. Mi presencia ya incomodaba, solo duré un mes, hasta que se dio mi alejamiento de aquel aparato demócrata que se había formado.
Fueron muchas las instituciones, los medios de todo tipo, políticos y líderes comunitarios, incluyendo a religiosos, que se prestaron al juego para ocultar mentiras que solo se le achacaban a uno de los candidatos. Transcurrieron los meses y apareció el movimiento “Diles que voten”, una campaña demoledora que decía haber sido creado por ciudadanos, profesionales de este país, para propiciar el voto latino, cuando su real intención era ir en contra ante un eventual triunfo de Donald Trump.
¿Qué puedes hacer tú como mexicana y como mexicano si te preocupan las campañas de Trump y Hillary en los Estados Unidos? Aquella era la pregunta para llamar su atención, después de ello, el movimiento se hizo más fuerte que hasta los políticos de México hacían un llamado a sus connacionales para que se sumaran a esta campaña en favor de la candidata demócrata y endemoniaran al candidato republicano. Así lo hicieron, sorprendiéndose luego que el 30% de los latinos votara por Trump; tremenda lección.
Ha pasado el tiempo y como se dice: “El tiempo siempre nos da la mejor verdad”. Después de estos movimientos surgieron diferentes acusaciones; el llamado ´Rusiagate´ fue uno de ellos, el cual trataba de cumplir el mismo objetivo. El FBI quiso inculpar al presidente a sabiendas que nada de ello se probaría, explotando, en sus caras, las serias implicaciones de Hillary Clinton en actos bochornosos que bien valdría una condena por semejantes acciones.
El Washington Post tuvo la exclusiva al revelar que Hillary Clinton pagó el dossier que llevó a la investigación sobre las supuestas conexiones de Trump y el Kremlin, mientras Trump respaldaba, con estos hechos, sobre la cacería de brujas que había sido objeto.
Hay muchas cosas aún por aclarar. El comportamiento del FBI, la función que cumplió James Comey cuando fue director de esta agencia, la implicancia de Barack Obama al saber el contenido del dossier, la actuación del abogado Marc Elías en la contratación de GPS, compañía encargada de elaborar el dossier que, a su vez, contrató al espía británico Christopher Steele.
Hay muchas cosas que no se pueden quedar en el olvido. Mi experiencia dentro de esta vorágine de mentiras, fue desgastante. Podrán ponerme las calificaciones o nombres más bajos. Podrán insultarme si creen que mi prioridad es defender al presidente. Podrán descargar frustraciones en mí, pero jamás me harán sentir culpable de alguna mentira con ánimos de manipular una verdad.
Ni el presidente merece mi defensa porque ya la tiene, ni yo tengo porque inventar cosas para que usted me crea. Yo estuve allí, fui parte del andamiaje mediático, un andamiaje que aún se prolonga sin contemplar las consecuencias ante intereses muy particulares.