El comediante méxicoestadounidense George López hizo recientemente comentarios reveladores acerca de sus percepciones políticas. Durante una entrevista con Jorge Ramos de Univisión, López dijo que no se identifica públicamente como demócrata o republicano. Sin embargo, reconoció que enfrenta un dilema:
«No, tú sabes, yo he hecho algún trabajo para los demócratas, así que pero entonces [sic] vivo una vida de un republicano. Estoy atrapado en los impuestos del cincuenta por ciento, Jorgito; tengo que descifrar dónde voy a estar».
La confesión de López bien podría ser indicio de un desafío más profundo – experimentado por una porción nada desdeñable de la población – a la hora en que cada uno alinea sus preferencias políticas con su vida propia.
López admite que ha «hecho algún trabajo para los demócratas, así que»… ¿Así que, qué? ¿Así que es demócrata? No llega tan lejos, sino que prosigue con un «pero entonces», y acto seguido refiere cómo «una vida de un republicano» la suya propia. Una vida que, por implicación, ha sido muy exitosa desde el punto de vista económico, ya que el éxito de López como comediante ha sido enorme. Él se confiesa «atrapado» en una banda impositiva que lo despoja de la mitad de sus ingresos, por el hecho de que son elevados.
Lo que aparentemente tenemos por delante es un estadounidense de origen latino que les ha hecho trabajos a los demócratas, pero que es exitoso y rico, lo cual le da acceso a un estilo de vida que suele asociarse con los republicanos y que a su vez se ve amenazado por políticas tributarias demócratas, y como a nadie le gusta que le quiten lo que trabajó, el hispano en cuestión debe decidir con quién simpatiza más.
La paradoja que López nos presenta la comparten todos aquellos que respaldan a un partido que promueve políticas fiscales que los perjudican en lo personal, por no decir al país en su conjunto.
Lo que no se dice es que además de los intereses económicos, tanto para hispanos como para la población entera, también es relevante como factor tener en cuenta hasta dónde los valores morales de un partido se alinean con los valores propios de cada persona a la hora de afiliarse políticamente.
Por ejemplo, el aborto es ilegal en muchos países de América latina, o al menos está mucho más restringido que en Estados Unidos, donde el partido Demócrata lo defiende a brazo partido; algo similar ocurre con los casamientos de personas del mismo sexo, y la limitación de ambas prácticas en el ámbito hispanoestadounidense responde al sentir del público.
Según muchos republicanos que no tardan en señalarlo, el partido que dice defender los intereses de los hispanos, el Demócrata, es aquel que en esencia defiende el mismo tipo de políticas confiscatorias y fracasadas de gobierno desmesurado que han causado el éxodo de millones de hispanos de sus países de origen en primer lugar. En cuanto a los temas sociales, evidentemente se trata también del mismo partido que promueve un programa extremo de izquierda que claramente ofende la sensibilidad y las convicciones de decenas de millones de hispanos.