La copresentadora de Jorge Ramos entró con todas las ganas a la reyerta mediática entre él y Donald Trump, y su columna editorial es verdaderamente algo insólito. Aquí hay un enlace a la columna completa, pero dejemos a un lado, por el momento, la floridez y verbosidad del despotrique de Salinas. Hay varias cosas dentro de la columna a las cuales quiero llamar su atención:
Desde aquel primer discurso de Trump anunciando su candidatura a la nominación republicana en el que dijo que México envía a criminales, narcotraficantes y violadores por la frontera, Jorge le tenía ganas. En realidad la mayoría de los que trabajamos en los medios hispanos le traíamos ganas; ganas de cuestionarlo y retarlo y mostrarle que sus declaraciones no tienen fundamento.
Noten la retórica de “tenerle ganas” a Trump. Que quede claro, la división de noticias de Univisión nunca tuvo pretensiones de brindar cobertura justa u objetiva. Pero aun así, esta admisión es una sin precedentes. Ni siquiera oímos semejante admisión antes ni después de la guerra de la cadena en contra de Marco Rubio, a pesar de pruebas contundentes de que existía tal guerra.
Tal como lo ha hecho en el pasado cuando considera que hay injusticia, intolerancia o corrupción, Jorge no se iba a quedar callado. Se fue hasta la conferencia de prensa de Donald Trump con una misión clara: cuestionarlo, denunciarlo y exponerlo. Y lo logró; ante todos, en vivo y a todo color. Cuestionó la viabilidad de sus propuestas migratorias, denunció la falta de coherencia en su plan y expuso su intolerancia cuando, al no soportar sus preguntas, Trump lo mandó sacar.
Salinas confirmó la misión de Ramos, que NO fue de ir a hacerle preguntas a Trump, sino a “cuestionar, denunciar, y exponer”. Ramos también lo admitió durante su entrevista con Megyn Kelly de la cadena Fox, y en otros medios tanto domésticos como internacionales. Debe recordarse que Ramos jamás hizo pregunta alguna durante su careo inicial con Trump, sino que irrumpió en su letanía de “tú no puedes” antes de ser echado de allí.
Más aún, que sus palabras son el equivalente a una declaración de guerra contra un importante sector de la sociedad norteamericana. Como en cualquier guerra, la agresión a los nuestros pone el nacionalismo y el orgullo a flor de piel. Insultas a los inmigrantes hispanos, con o sin papeles, y nos insultas a todos los hispanos.
Observen, además, la retórica bélica que despliega Salinas (y guárdense esto para la próxima vez que alguien de la prensa venga a hablar de palabras y de tono y de lenguaje violento). ¿A cuál nación se refiere Salinas cuando habla de “nacionalismo y orgullo”? Si nos dejamos llevar por la oración siguiente, parecería postular que el artificio etnopolítico que es la identidad latina es ahora su propia nacionalidad que exige una lealtad paralela a la de los Estados Unidos.
Si no lograse nada más, la candidatura de Donald Trump ya ha brindado un servicio valiosísimo a nuestra República: ha puesto en evidencia la cobertura viciadísima de Univisión, y la ha expuesto a la vista de todos.